Una niña
cae dentro de un pozo. No se lastima, físicamente. En el
fondo hay comida, aire y hasta un sitio donde dormir. Pero hay
muy poca luz en el pozo y es muy profundo. Al principio, la niña
grita pidiendo auxilio, pero finalmente se desespera al no ser
oída y se queda en silencio. Ya ni siquiera oye los sonidos
de las personas que corren por la superficie tratando de rescatarla.
El autismo
es ese pozo y se ha demostrado que el oído es una cuerda
que llega a sus profundidades. Lo que hace el Método Tomatis
es tender esa cuerda y fortalecer al niño autista para
que pueda subir de nuevo a la luz.
En el siguiente
artículo podemos ver lo que dicen las madres de tres niños,
Peter, Craig y Manuel acerca de cómo el Método Tomatis
ayudó a "rescatar" a sus hijos. Los comentarios
que preceden a estas tres historias provienen de un artículo
que apareció por primera vez en el Newsletter of the Austristic
Society of Canadá (Boletín de la Sociedad Autista
de Canadá) en julio de 1987.
EL METODO
TOMATIS es un programa de Estimulación Auditiva desarrollado
por el médico francés Alfred Tomatis que se basa
en la distinción que existe entre el "oír"
y el "escuchar".
Oír
es una función neurofisiológica; En el escuchar
interviene además de esta función, la voluntad de
hacer uso de ella.
EL METODO
TOMATIS se ha utilizado desde hace 40 años en Europa, y
en Canadá, Estados Unidos, México, Centro y Sud-América
desde 1985, ayudando a niños, adolescentes y adultos con
problemas de aprendizaje, lenguaje y comunicación y también
a niños autistas. Sólo en el Listening Centre de
Canadá de 1986 a 1989 se atendieron con éxito 25
familias de niños diagnosticados como autistas, cuyos síntomas
iban de medianos a severos.
El autismo
es un "corte" de la capacidad de escuchar. El niño
puede simplemente perder el deseo, y poco después, la habilidad
de utilizar su oído como instrumento que le permite mantenerse
en contacto con su medio ambiente. Esta interrupción del
proceso de escuchar puede provocar, más adelante, dificultades
en la adquisición del lenguaje y en la habilidad de poner
atención y de concentrarse, o bien, trastornos de aprendizaje.
Tomatis afirma que el autismo es la forma más profunda
de "cortar" el proceso de escuchar. Es la manifestación
más pura del "no escuchar".
Por medio
de sonido, el Método Tomatis simula las etapas principales
del proceso de escuchar y de comunicarse en el desarrollo infantil.
Los sonidos, tanto musicales como de voces, son modificados por
un aparato electrónico llamado Oído Electrónico.
El sonido filtrado se transmite por medio de audífonos
en forma pulsátil lo que permite que sea procesado aún
por el escuchador más reacio.
Durante las
primeras etapas del programa, el niño oye una grabación
de la voz filtrada de su madre (con las frecuencias bajas omitidas)
para simular el sonido de la audición intrauterina. Esta
etapa se llama fase de memorización prenatal. También
se utiliza música de Mozart filtrada de esta manera. Durante
esta etapa del programa hemos observado las siguientes reacciones
en el niño autista.
Al principio,
el niño se vuelve emocionalmente más expresivo,
se ríe y llora, frecuentemente, por primera vez. También
muestra un comportamiento más afectuoso, especialmente
hacia su madre. Se dirige a ella con mayor frecuencia, la besa,
la abraza y a veces recuesta la cabeza en su regazo durante largos
períodos; sin embargo, quizás todavía no
acepta que ella se le acerque, ni recibe sus expresiones de afecto.
En niños
autistas que no hablan, la vocalización aumenta. Generalmente
se presenta en forma de gritos agudos ininterrumpidos. Más
tarde estos gritos se vuelven más modulados y se transforman
en una especie de balbuceo. El contacto visual aumenta, pero sigue
siendo intermitente. La duración de la atención
también aumenta. Los padres notan que el niño puede
estar sentado durante períodos más largos y realizar
con más éxito tareas o juegos sencillos. Los movimientos
corporales repetitivos y la conducta auto-destructiva disminuyen.
Se observa que mejoran las funciones motoras finas y que el niño
maneja mejor las situaciones sociales, incluso las del salón
de clases. En lugar de aislarse, comienza a buscar la atención
de otros niños tocándolos, mirándolos o dándoles
la mano. Los periodos de "retiro autista" disminuyen
en intensidad y duración. En el niño autista el
escuchar la voz filtrada de la madre provoca un aumento en el
deseo de comunicarse.
Con la participación
activa de los padres se puede lograr aún más. La
segunda etapa de progreso se inicia cuando el niño comienza
a aceptar la influencia de los demás. Por medio de la asesoría,
los padres aprenden la manera de fomentar esta apertura de la
comunicación y a responder a las iniciativas del niño.
Cada padre o madre posee recursos especiales que pueden acelerar
el progreso, una vez que el niño está listo para
aceptar la comunicación de ambos lados. Esta segunda etapa
es alcanzada más rápidamente por aquellos niños
que hablan un poco pero que no utilizan el lenguaje para "comunicarse".
El uso del
lenguaje se vuelve más adecuado. Los niños comienzan
a referirse a ellos mismos y a los demás en términos
más personales utilizando pronombres personales ("yo",
"tu") o por sus nombres. Responden mejor a los intentos
de hacerlos participar en la comunicación "Ahora me
mira cuando le hablo, su comprensión ha mejorado mucho";
"Le gusta que su madre le cante mucho más que antes".
"Puedo leerle un cuento y ahora ya lo escucha".
Cuando resulta
oportuno, los niños pueden participar en la fase activa
del programa en la que escuchan, y si lo desean, pueden repetir
canciones cortas, palabras, o frases. Esto fomenta la vocalización
y permite que el niño, al hablar, se escuche mejor a sí
mismo.
El programa
consiste de 150 a 200 horas de estimulación auditiva que
se imparten en los centros Tomatis durante un período de
seis a doce meses. El grado de progreso varía según
el caso. Los signos de mejoría que hemos descrito fueron
observados en aproximadamente 80% de los niños a quienes
ayudamos. Los resultados son muy alentadores.
El autismo
es un enigma inquietante que afecta tanto al niño como
a toda la familia. En los casos que hemos visto, el Método
Tomatis parece resolver algunas partes importantes de este enigma.
A continuación
presentamos las historias personales de tres niños autistas,
tal y como fueron relatadas por sus madres.
LA EXPERIENCIA DE PETER
Les voy a
platicar acerca de mis dos hijos, Peter de ocho años y
Jason de seis. Los dos fueron adoptados a los tres días
de haber nacido. Peter era un bebé muy grande, y por eso
no nos preocupamos de que fuera más lento que lo normal.
Sin embargo, a los dos años de edad, su retraso en el desarrollo
del lenguaje nos preocupó lo suficiente como para llevarlo
a que le hicieran pruebas. Al año, siete meses podía
decir palabras y pronunciarlas perfectamente bien, pero las decía
una sola vez y nunca más las volvía a repetir. Durante
el segundo año de su vida, se sabía todas las palabras
de las canciones. Era el único lenguaje que utilizaba.
Las pruebas mostraron que tenía problemas de desarrollo
con "características de tipo autista".
Solía
jugar con trompos y se concentraba en las luces o jugaba con las
ruedas de los carritos durante horas y horas; y siempre quería
estar solo.
A través
de un programa del Institute for the Achievement of Human Potential
(Instituto para la Realización del Potencial Humano) en
Filadelfia, logramos que Peter adquiriera una buena coordinación
física, y un muy buen control de su cuerpo. También
aprendió a leer y algo de matemáticas. Cuando tenía
siete años y medio, Peter había logrado mucho físicamente,
pero no habíamos podido mejorar su lenguaje, ni que se
diera cuenta de lo que es una conducta adecuada.
Me enteré
de The Listening Centre a través de una señora y
me convenció de que debía ir. Lo que me dijo me
hizo pensar inmediatamente en mi hijo más pequeño,
Jason, que siempre estaba enojado. Su resentimiento se
había estado acumulando durante aproximadamente un año
y medio ya que yo siempre estaba buscando ayuda para Peter. Antes
de ir envié una carta describiendo los problemas de nuestros
hijos. Recibí una contestación muy amable que decía
que el programa Tomatis sería muy útil para ambos
casos. Como los dos habían tenido un inicio difícil
en la vida, podían beneficiarse al revivir de una manera
positiva esta etapa de su desarrollo.
El primer
período de tres semanas no fue nada fácil. Aunque
Jason estaba muy contento, Peter se puso muy agitado y
molesto. Estaba muy triste y quería llorar. Quería
regresarse al hotel y quedarse acostado y llorar. También
buscaba afecto de todos. Hacia el final del primer intensivo de
tres semanas, los niños pasaron por la fase del nacimiento
sónico. Este sonido transformador despertó de nuevo
el coraje de Jason; en cambio en el caso de Peter, parece
que aliviaba todas sus tensiones.
En ese momento
noté que hubo muy pocos cambios en Peter. Sin embargo,
Jason, después de pasar por las dificultades del
nacimiento sónico, dejó de estar tan enojado, y
eso fue muy importante.
Cuando regresamos
para seguir con el segundo intensivo, ya todo fue mucho más
fácil para Peter. Fue entonces cuando comencé a
ver cambios tremendos en su uso del lenguaje. Tenía mucho
más deseos de comunicarse. Ya no quería estar solo
y siempre estaba buscando la compañía de otras personas.
Comenzó
a expresarse mejor, no perfectamente, ni era todavía lo
que correspondía a su edad, pero ya decía frases
completas y usaba adjetivos y finalmente, comenzó a expresar
lo que sentía. Para mí, fueron cambios monumentales,
y todos ellos ocurrieron entre la segunda y la tercera visita.
Entre el primero
y el segundo intensivo había notado muy pocos cambios en
Peter. Quizás si lo hubiera pensado más, podría
haber dicho que sus ojos estaban más atentos o que él
estaba más alerta; pero después de la segunda visita,
los cambios fueron muy notables. Ahora, en esta tercera visita
veo que hay más adelantos; quiere compartir más
lo que está pensando con todos lo que están a su
alrededor, y definitivamente ya no se quiere aislar.
A diferencia
de muchos niños autistas Peter siempre quiso a la gente
que lo rodeaba y siempre fue muy cariñoso. Al principio,
a medida que iba cambiando buscaba el cariño de todos,
pero ahora también quiere compartir algunas de las cosas
que obviamente ha pensado. Esa es la diferencia. Ya no sólo
es buscar afecto, sino querer compartir las cosas. Ahora ya puede
ser un compañero para Jason.
La relación
del niño con su padre ha cambiado. Mi esposo vino a Toronto
para ver que es lo que sucedía, y ahora, en casa desempeña
un papel mucho más activo con los niños. Trata de
ser el que se encarga de la disciplina y yo puedo dedicarme a
darles el cariño que necesitan. Antes, la relación
era de un solo lado porque Peter no contribuía nada. Ahora
ya comparten más cosas y tienen una relación más
íntima, no tan alejada. Peter ya le tiene más confianza
a su padre y puede comunicarse con él.
El hecho de
que yo haya escuchado el programa para los padres ha sido muy
útil. No tengo ni la menor idea de por qué, pero
así es, por alguna razón te relaja, te hace sentir
todo lo que has estado guardando dentro y luego todo se vuelve
más ligero.
Una vez que
dejas correr las emociones, te sientes mejor. Y así ya
estás preparada para soportar otra carga.
También
las pláticas con Tim Gilmor han sido muy útiles.
Me ha aconsejado para poder reaccionar mejor. Jason, por ejemplo,
trata de empujarme al máximo, pero ahora sostengo mi posición
y me aseguro que él no tenga el control. Lo más
importante es que ya no me siento culpable de lo que digo o lo
que hago. Tengo el valor de ser firme.
Ya terminamos
con el tercer intensivo y nos iremos a casa durante algún
tiempo. Vamos a tomar seis meses de descanso para ver que cambios
ocurren, o siguen ocurriendo. Durante este tiempo trataré
de evaluar el tipo de hostilidad que todavía tenga Jason
y si es que necesita regresar. Definitivamente traeré de
nuevo a Peter. Mientras tanto, me fijaré en los progresos
que haga en cuanto al lenguaje, y en sus cambios de conducta.
Quiero que esté aún más feliz. De hecho ya
está mucho más feliz.
La conducta
de Peter todavía no es la apropiada para su edad, pero
creo que aún es muy pronto para ver esos resultados. Creo
que tiene que relacionarse más con más personas
para darse cuenta de que lo que él hace no es lo que los
demás están haciendo. Su conducta sí está
cambiando, pero el cambio más notable es en el uso del
lenguaje. Ese siempre fue su mayor problema, la falta de deseo
de comunicarse y de compartir. Ahora todo esto es totalmente distinto
después de tan solo seis meses.
Todos los
padres llegamos al programa Tomatis sintiéndonos escépticos.
No tenemos ninguna confianza en lo que puede hacer el método,
pero estamos dispuestos a arriesgarnos, sobre todo porque sabemos
que esto no le puede hacer ningún daño a nuestros
hijos. Mi escepticismo ha desaparecido por completo después
de seis meses porque realmente veo los cambios.
Durante una
entrevista, el Dr. Tomatis dijo que en el caso de Peter había
un 100% de posibilidad de recuperación. En ese momento
me dije a mí misma, "Me conformo con el 50% por ahora",
porque me pareció que lo que él decía era
una mentira. Te vuelves tan escéptico, y al mismo tiempo
quieres arriesgarte. Después de seis meses, cálculo
que ya estamos en el 80%, ¡y seguimos hacia arriba!.
LA EXPERIENCIA DE CRAIG
Tengo dos
hijos que nacieron con 16 meses de diferencia. Nuestro primer
hijo, Zack, tenía tan solo seis meses cuando me enteré
de que iba a tener a Craig. Estábamos recién casados,
con casa nueva, bebé recién nacido, los dos trabajando
y yo embarazada de nuevo. No lo habíamos planeado así,
y por lo tanto, yo estaba muy molesta y enojada. Mi segundo embarazo
no fue dichoso y feliz como el primero. Tuve problemas de salud
porque tenía el azúcar elevada y problemas de peso,
además de los trastornos emocionales debidos a nuestra
situación. Recuerdo que hasta la manera en que se movía
el bebé dentro de mí era distinta. Era como si estuviera
reflejando mi propia angustia. Daba de saltos en lugar de flotar
como lo hacia Zack. En el momento en que di a luz, el bebé
lloró y lloró y no respondió a mis esfuerzos
por calmarlo. Desde entonces supe que iba a ser diferente de mi
primer hijo.
Yo esperaba
que mis bebés iban a disfrutar el estar juntos, pero Craig
rechazaba a su hermano cada vez que trataba de acercarse o jugar
con él. Toda su actitud era bastante indiferente. No lloraba
cuando tenía hambre o cuando estaba mojado. A mí
también me empujaba pero decidí que de todas maneras
lo seguiría abrazando tanto como fuera posible. Creo que
esa es la única razón por la cual Craig es más
sociable que la mayoría de los niños autistas.
Fue su retraso
en el lenguaje lo que nos llevó a pensar en la posibilidad
de que Craig podía ser autista. Cuando a la edad de 19
meses no hacía ningún intento por hablar, busqué
la opinión de un médico. El médico al principio,
no me hizo mucho caso, pero finalmente arregló una cita
para que le hicieran a Craig una prueba de audición. Después
nos recomendó una terapia de lenguaje. Para entonces Craig
ya tenía dos años y medio. Y no fue sino hasta un
año después que el terapista de lenguaje dijo que
podía existir un problema más grave.
Craig nunca
iniciaba las conversaciones, ni siquiera para obtener algo, porque
en ese entonces no había nada que realmente quisiera. No
pedía ningún juguete en particular. Desde la edad
de aproximadamente dos años y medio, hasta los tres, vivió
en su propio mundo. Yo realmente sentía que estaba tratando
con una persona inexistente, un niñito que vivía
en nuestra casa, metido dentro de un caparazón. No tenía
absolutamente ningún contacto con otros niños. En
realidad, yo era la única persona en su mundo, porque no
veía a su padre, y no se relacionaba para nada con su hermano.
Para mí era como tener en casa a dos hijos únicos.
Craig se
portaba diferente con cada uno de nosotros. Con su padre era más
dócil, parecía que le hacía más caso,
que se comportaba mejor. No había ninguna verdadera interacción,
pero aceptaba mejor el control de su padre que de mí.
A veces irrumpía
en llanto cuando parecía que recordaba algo triste. En
otras ocasiones se reía, especialmente en medio de la noche
como si estuviera recordando un chiste. Era realmente extraño.
Oíamos esos ruidos que provenían de su cuarto oscuro.
No estaba soñando, sólo se reía de nada.
Craig tenía
cinco años y medio cuando llegó a The Listening
Centre para que le hicieran una evaluación. Esta fue la
primera vez que alguien me dijo directamente cual era su problema.
Paul Madaule dijo que era "el clásico niño
autista" encerrado en sí mismo, sin permitir que se
le acerquen, sin contacto visual, con movimientos repetitivos.
Todos los demás me habían hablado con rodeos diciendo
que tenía "tendencias autistas".
Al finalizar el primer intensivo de tres semanas, Paul estaba
tan entusiasmado como yo con los cambios que pudo observar. El
cambio que más me impresionó fue que Craig se volvió
más afectivo. Comenzó a dejar que lo abrazara y
me abrazaba de regreso.
Yo pude hablar
abiertamente de lo que sentía con Paul, es una persona
capaz de sentir una gran comprensión por las madres. Cuando
mi esposo estuvo aquí durante una semana, Paul le dijo,
"Debes hacer todo lo posible porque la mamá de Craig
esté feliz. Si la madre está feliz, el niño
estará feliz". Y es muy cierto que Craig reacciona
a mis estados de ánimo.
Durante el
segundo intensivo observé más cambios, y tuve la
oportunidad de experimentar cómo era el mundo de Craig.
Podía oír la circulación de mi sangre y sin
embargo, no podía oír a las personas que hablaban.
Paul me explicó que así era como Craig oía.
Estaba sumergido en sus sonidos corporales, que lo confortaban.
Probablemente se resistiría a abrir su oído a los
sonidos exteriores porque en su propio mundo se sentía
seguro. Esto me atemorizó, pero así comprendí
por qué Craig se resistiría mucho a dejar ese mundo
que era el único que conocía.
Craig tuvo
un ataque fuerte de depresión a la mitad del tercer intensivo,
pero esto no pareció sorprender a Paul, dijo que era un
signo de progreso, como la oruga que pasa por la etapa de ser
crisálida antes de convertirse en mariposa. Craig tuvo
que pasar por muchos cambios emocionales y fue muy doloroso. Quería
salir, pero se resistía porque se aferraba a su antiguo
ser, el autista. Era una lucha tremenda. Cuando nos fuimos de
Toronto, después del tercer intensivo, los cambios bruscos
en su estado de ánimo habían desaparecido.
Todavía
hubo momentos en que seguían los antiguos patrones autistas.
Ocasionalmente veía venir la tormenta. Entonces lo abrazaba
y le decía, "Craig, te quiero, por favor no nos dejes".
Después de un rato él me miraba de soslayo y sonreía
como si me dijera, "Esta bien, me quedaré si realmente
me quieren". Era sorprendente ver que ahora ya podía
convencerlo. Nuestro hijo aún no habla, pero hace gestos
y ademanes. Me toma de la mano y la coloca sobre lo que desea,
por ejemplo, si quiere salir, la pone sobre la perilla de la puerta.
También toma más la iniciativa para demostrarnos
su afecto y ya no sólo se conforma con aceptar mis caricias.
Desde el primer intensivo me sorprendió cuando llegó
a sentarse en mis piernas; ahora me abraza y eso es fantástico.
También se acerca a otras personas y las sorprende, a veces
porque sus iniciativas son táctiles. Le gusta tocar el
cabello rizado y la piel de distintos colores. Tengo que explicarles
a los demás que esta es su manera de entablar una amistad.
Lo que resulta
muy emocionante es la relación con su hermano, al principio
Zack se quedó un poco sorprendido cuando Craig se le acercó.
Le expliqué que su hermanito estaba cambiando y que quería
jugar. Quizás para muchos no tiene nada de especial que
dos niños estén jugando en una caja vieja de cartón,
pero a mí me encanta oírlos reía y retozar.
Hace poco
Craig demostró realmente sus sentimientos por primera vez.
Había desconectado el teléfono mientras su padre
hablaba, e inmediatamente se dio cuenta de que había hecho
algo malo. Cuando su padre lo regañó, comenzó
a balbucear, e irrumpió en llanto. Esto fue muy bueno porque
era la primera vez que mostró que se sentía ofendido.
También me dejó que lo abrazara y lo consolara.
Ahora Craig
realmente está presente. Hay contacto visual que comenzó
casi inmediatamente después de que iniciamos el programa
y ya entiende lo que se le ordena. Se ríe y llora en situaciones
adecuadas y puede sentarse y formar parte de un grupo. Todavía
no participa, pero pone atención. También ha madurado
en varios aspectos.
Se viste
solo, está aprendiendo a esperar su turno y pone atención
para luego imitar. Ahora siento la seguridad de que se quedará
a mi lado en la calle; y ya no tengo que darle la mano constantemente.
También
yo he cambiado. Estoy mucho más contenta, más tranquila
y me he vuelto más comprensiva. Al estar yo contenta, todos
los demás miembros de la familia están más
contentos. Esto hace que todo sea más fácil. Siento
como si hubiera salido de un estado de coma. Diez años
de mi vida pasaron en blanco, pero ahora me siento más
viva y más capaz. Tengo más energía y mejoró
mucho más mi concentración.
Hemos estado
viniendo a The Listening Centre durante más de año
y medio. Esta es nuestra cuarta visita y, a pesar de que quizás
tengamos que venir de nuevo, todo lo que me dijeron que sucedería
se ha vuelto una realidad. Es como si tuviera un hijo nuevo. Me
advirtieron que en el caso de Craig el proceso sería largo,
pero lo que me mantiene optimista es la promesa de que realmente
hay un niñito normal dentro de ese caparazón. Estamos
viendo los cambios a medida que él va surgiendo. Zack está
feliz de tener un hermano de verdad, y yo finalmente ya tengo
dos hijos.
LA EXPERIENCIA
DE MANUEL
Manuel nació
a los seis meses y tres semanas de embarazo con un peso de 1.300
Kg. Al nacer respiró inmediatamente, sin embargo presentó
episodios de apnea (olvidos de respiración). Tuvo dos muy
prolongados. Estuvo internado en el hospital 49 días y
su peso bajó hasta 1.040 Kg
Al año
dos meses de Manuel nació su hermana (dicen que esto pudo
afectarlo psicológicamente). Justo cuando ella nació,
él dio sus primeros pasos sólo. Era muy, muy, torpe
y generalmente tenía "chipotes" en la cabeza.
El grado
de hiperactividad que presentaba era impresionante: no podía
jugar con ningún juguete ni un solo minuto. Todo tiraba,
todo rompía. Era extraordinariamente cariñoso conmigo
y aceptaba de buena gana la compañía de mujeres
(si estaba yo dentro de su campo visual). Con excepción
de su papá y abuelo, odiaba a los hombres. Lloraba y berreaba,
si alguno quería acercársele y hablarle, a pesar
de verlos con frecuencia.
Mas o menos
entre uno y los dos años, no podía dejar de verme
un segundo. Si iba yo al baño o a la cocina, él
me acompañaba, porque si dejaba de verme lloraba desesperadamente.
No obedecía órdenes, a pesar de llevarse manazos
por coger las cosas.
Le tenía
pavor, (cuando digo esto, no estoy exagerando, el niño
lloraba, sudaba, gritaba desesperado) a tantas cosas, que era
imposible evitárselas del todo, entre ellas: a todos los
aparatos domésticos que hacen ruido, (como licuadora, lavadora,
etc.) a las "pompitas de jabón", a los elevadores,
a una rueda de la fortuna de juguete que tenía una amiga.
Continuamente se despertaba atemorizado por las pesadillas que
tenía en las noches.
Había
dos momentos en los que estaba tranquilo: en un columpio de cuerda
y cuando tiraba una tapita y veía como daba vueltas balanceándose.
Entonces si se carcajeaba para volver a cogerla y darle vueltas
y vueltas.
Al año
ocho meses, Manuel decía palabras complejas y oraciones
largas con una pronunciación impresionante. Tenía
una memoria prodigiosa: con repetirle un par de veces el Padre
Nuestro, él era capaz de recitarlo completamente. A pesar
de esto el no comunicaba nada y presentaba una ecolalia muy fuerte.
Había
poco contacto visual y no respondía a estímulos
externos. No jugaba ni se peleaba con otros niños.
Decir todo
lo anterior, es fácil, pero la vida en nuestra casa era
un terremoto diario. No estaba quieto, todo tiraba, todo rompía,
no podía ni bañarme en paz, porque a los pocos minutos
de dejarlo, se percataba de mi ausencia y empezaba a berrear con
todas sus fuerzas.
Cuando fui
con el pediatra para comentarle estas cosas, él mandó
un electroencefalograma y una tomografía. El electro salió
inmaduro y con actividad desorganizada, la tomografía fue
normal.
Como a los
dos años de edad, Manuel ingresó para tratamiento
en el Centro Tomatis. Recibió de inicio tres semanas de
tratamiento al cual le llaman "Fase Pasiva" que según
dicen provoca el revivir desde la vida intrauterina y que culmina
con el "Parto Sónico". En estas semanas, conforme
se acercaba al parto, Manuel estuvo cada día más
inquieto. En las noches las pesadillas eran tremendamente angustiantes
y día con día aumentaron.
Cuando terminó
la primera fase del tratamiento, y empezó otras tres semanas
de estimulación en la "Fase Activa", los cambios
en su conducta fueron impresionantísimos.
Como a los
tres días, de golpe y porrazo empezó a comunicarse:
"Mira mamá esos payasitos jugando" (en un alto
en la calle).
Esa fue su
primera frase comunicativa, y así día con día
me hacía emocionarme hasta las lágrimas porque sus
avances fueron brusquísimos. El domingo siguiente al inicio
de la fase activa, fue la primera vez que logró jugar con
un juguete... ¡ y duró 20 minutos con él!
Dejó de caerse continuamente al caminar o correr. Si lo
llamabas, volteaba. Comprendía todo lo que uno le decía.
Recuerdo
un día, que no encontraba las llaves de mi coche, mismas
que había dejado sobre la mesa. Las busqué durante
30 minutos hasta que se me ocurrió preguntarle a él
si las había visto (aún no sabía yo que él
era capaz de decírmelo) y me respondió (para mi
sorpresa) "en el excusado" y yo le pregunte en cual
y me respondió "en éste" y se dirigió
a un baño. Al fondo de la taza pude ver mi preciado llavero
de cuero. Nunca he metido la mano a un W.C. con tanta alegría.
De entonces
a la fecha, Manuel ha recibido algunos refuerzos del Método
Tomatis, básicamente para ayudarle a mejorar atención
y coordinación motriz. Actualmente va a un colegio tradicional
y bilingüe. Ya sabe leer y es un niño normal. Su memoria
ya no es la de antes, pero es superior a la de otros niños
de su edad. Es un niño inquisitivo, inteligente y con mucha
alegría de vivir. Ya no le teme a pequeñas cosas
(elevador, etc.) a las que antes no podía enfrentarse.
De ser un
niño corrido de un Montessori, ahora es un niño
feliz y normal con un pequeño problema de coordinación.
Fue definitivamente el Método Tomatis el que lo sacó
adelante.
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